Este reportaje forma parte de la revista La Marrakech de Juan Goytisolo
El Instituto Cervantes de Tánger, junto al de Marrakech, es otra pieza del rompecabezas académico institucional que formaba parte de la cotidianidad de Juan Goytisolo. Cuando Juan aterrizó por primera vez al otro lado del estrecho en el otoño de 1965, la entonces denominada “Biblioteca Española de Tánger”, inaugurada un 23 de abril de 1941, ya llevaba 24 años siendo el primer santuario literario de acceso libre y gratuito abierto en la ciudad. El primero de todo Marruecos en fondos hispánicos. Tánger, además de ser considerada por muchos una de las ciudades más literarias, supuso el primer contacto de Juan con la cultura árabe.
Movido por el repudio de un régimen franquista que prohibía sus obras, la pérdida consecutiva de un abuelo materno, un padre y de una mujer que cuidó de él y de sus hermanos como si de una madre se tratara, llegó a este antiguo protectorado español con «un apetito destructor contra su educación, contra la historia de una España creada por el catolicismo», como afirmó en el documental literario Esta es mi tierra, Paisaje después de la batalla (2005). Allí, viviría unos instantes «privilegiados, únicos e irrepetibles» que le acabarían generando una violenta forma de expresión cargada de desacuerdo y vestida de poesía.
Tánger fue un espacio que generó fascinación y en el que otras aves migratorias apátridas decidieron anidar. Entre ellas, muchas españolas como el escritor Ángel Vázquez Molina, autor de La vida perra de Juanita Narboni (1976) o el crítico de arte Emilio Sanz de Soto, quien fue una referencia obligada para otros nombres destacados: Truman Capote, Paul Bowles o William Burroughs. Todos ellos contribuyeron a la creación del Tánger literario desde una mirada extranjera. Sin embargo, dos de ellos tuvieron un papel primordial en el bagaje cultural tangerino de Goytisolo; Mohamed Chukri y Jean Genet. Bajo la influencia de este último, Goytisolo elegiría Tánger como lugar para llevar a cabo su particular traición en Reivindicación del conde don Julián (1970), incitado precisamente por ser el lugar de partida de la invasión árabe. En esta obra, realizaría un retrato de una ciudad árabe que destilaba belleza, riqueza y pobreza en dosis de contrastes.
Tánger, con una posición estratégica, se convirtió en su refugio intelectual y terrenal. Una vez asentado en Marrakech se desplazaba cada verano, en los meses de julio y agosto, a aquel punto de inflexión que supuso la ruptura definitiva del vínculo con la sociedad occidental. Hasta su último verano de vida, en 2016, estuvo descifrando «el misterio de Tánger», un enigma que plasmó en Marruecos a vuelo de pájaro (2010): «Guiado por mi instinto de inveterado rompesuelas, recorrí a diario, como un agrimensor, el dédalo de la Medina; tracé y corregí sus planos; transcribí el rótulo de sus callejas y los nombres de las pensiones, comercios y cafetines».
Hoy en día, la fascinación de la que hablaba Juan sigue estando presente en los ojos de, quien «a unos pocos kilómetros de Europa a vista de pájaro, divisa la Medina, la Alcazaba, los zocos o las alcaicerías y ve un mundo abigarrado y exótico». Los vestigios de quien realizaba un retrato interior de la sociedad tangerina se mantienen en una inevitable convergencia con las influencias europeas. El Café Hafa, desde el que Juan contemplaba la costa española y donde se le ocurrió la idea de identificarse con el Conde Don Julián, continúa siendo un refugio de los locales en el que respirar «la salina humedad del estrecho» sobre la que escribía Juan. En el Café Paris, los mismos grupos de hombres ociosos con los que se sentaba, pero situados ahora en otra época, contemplan el lento devenir de la cotidianidad tangerina.
Instituto Cervantes de Tánger
Pero si hay un lugar en Tánger en el que el legado de Goytisolo es tangible es aquella biblioteca española renombrada el 19 de abril de 2007 como “Biblioteca Juan Goytisolo”, a la que hace mención en Reivindicación del conde don Julián y a cuya inauguración acudió, subrayando la importancia de la cultura como puente de entendimiento entre distintas civilizaciones. Esta biblioteca, situada en la avenida Mohamed Ben Abdellah, ha acogido a lo largo de su trayectoria mesas redondas sobre la obra de Juan, con distintas voces como las del escritor José María Ridao, su traductora al francés Aline Schulman o su traductor al árabe Ibrahim El Hatib. En la actualidad ofrece más de 73.000 títulos en el catálogo, entre los que incluye, además de en español, archivos en árabe, catalán, gallego y vasco.
Lucía Paredes, ayudante de biblioteca, es la encargada de recibirnos en el instituto y de invitarnos a conocer un fondo que alberga más de 400 obras dedicado al propio escritor. Ahora que la voz de Goytisolo solo puede ser imaginada a través de sus palabras escritas, este lugar supone una excelente fuente de inspiración; no solo para los alumnos que cada día cruzan una puerta con la firma de Juan estampada en ella, sino para investigadores y arabistas que acuden con frecuencia a documentarse. Allí se encuentran todas sus obras completas y numerosos ejemplares de crítica literaria. Un número de la revista Quimera, con un sugerente Goytisolo en portada, nos invita a realizar una inmersión total en la vida y obra de Juan. Buceando entre el vasto océano de sus títulos, unas traducciones al inglés, francés, griego e incluso japonés nos sorprenden.
El océano goytisoliano es infinito. Incluso en formatos caducos, como las cintas de vídeo de su serie documental Alquibla (1993) que hay en los estantes. Lucía nos conduce a lo más profundo de ese océano, donde solo el personal administrativo tiene acceso: un archivo formado por múltiples revistas y documentos aún sin catalogar. Entre ellos se encuentran más ejemplares de la revista literaria Quimera, del suplemento cultural Babelia o de Anthropos, revista de documentación científica de la cultura.
Exactamente como en su Reivindicación del conde don Julián, nos encontramos en la biblioteca que el personaje de la novela visitaba diariamente. Por ello, nos empeñamos en comprobar si aún quedan restos de los insectos corruptores que el protagonista introdujo en ciertas páginas de libros españoles. Sin duda, una parte de la obra que ha otorgado a la biblioteca visibilidad y distinción literaria.
La herencia de Goytisolo seguirá muy presente en este centro que cuenta con alrededor de 12.000 documentos dedicados exclusivamente a las relaciones hispano árabes; obras de historia sobre Marruecos, el Islam, Sefarad o el Estrecho de Gibraltar. Como en el Instituto Cervantes de Marrakech, Juan dejó la misma huella en todas las personas del centro, personas que como Lucía, se emocionan al recordar su figura. Una figura que, mientras divisaba en los alrededores del cabo Espartel las aguas donde confluyen el mar Mediterráneo y el océano Atlántico, pensaba en construir puentes literarios.
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