En la Medina de Marrakech se encuentra una antigua casa de cigüeñas reconvertida en espacio cultural, creado en 1998 por Susanna Biedermann y Max Alioth, donde el escritor Juan Goytisolo se inspiró para sus obras. (Este texto pertenece a la revista La Marrakech de Juan Goytisolo).
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Las cigüeñas que habitan en Marrakech, denominadas en bereber aswu, en árabe lakalek y en árabe marroquí belarej, son percibidas para sus habitantes como almas. De hecho, según el mismo Corán, “el lenguaje de los pájaros” es el asociado al lenguaje espiritual. El arabista y especialista en cultura bereber Edmond Doutté (1867-1926) hablaba ya de su veneración universal. Contaba que si una cigüeña se caía del nido y se rompía una pata se la llevaba al maristân, palabra derivada del persa bimaristan, que significaba “casa de enfermos”. De hecho, cuando el aventurero Alí Bey llegó a Marrakech, la antigua ciudad imperial disponía de un hospital para las cigüeñas. Se trata del denominado actualmente Dar Bellarj, ubicado en la calle Souk Ahl Fes, muy cerca de la Madraza Ben Youssef. Ahora, esta antigua casa de cigüeñas constituye uno de los centros culturales más importantes de toda la Medina. Fue inaugurado en 1998 por Susanna Biedermann y su marido Max Alioth, quienes crearon la fundación con el nombre homónimo y la Escuela Superior de Artes Visuales de Marrakech, con el objetivo de promover la cultura marroquí.
Susanna, una artista interesada en el África del Sur, aterrizó por primera vez en Marrakech en 1996, invitada por el embajador alemán que por aquel entonces residía allí, para acudir a una exposición de tapices africanos y marroquíes. En una cena conoció al escritor Juan Goytisolo, quien posteriormente le descubriría el antiguo hospicio de cigüeñas. Tras una primera toma de contacto, hubo un hecho que le sorprendió negativamente : la gran cantidad de niños que había en la calle, lo que le llevó a proponer la construcción de un orfanato. Sin embargo, una respuesta por parte de Goytisolo marcó un punto de inflexión en su pensamiento: «Hay un único huérfano: la cultura viva». A partir de ese momento, decidió construir un orfanato para la cultura, no solo para la marroquí, sino un espacio de convergencia donde se pudieran reconstruir las diversas identidades culturales. Goytisolo, que sabía que Susanna había leído sus cuentos sobre los hombres-cigüeñas, le descubrió el antiguo hospicio. En sus obras afirmaba haberlo conocido y haber visitado su «inmenso patio cubierto de plumas y palomas muertas». Su trabajo artístico como pintora, diseñadora y fotógrafa, junto con la inspiración de ese hombre cigüeña que era Goytisolo, la llevó a estar convencida de la importancia de las artes visuales para acompañar los cambios de las sociedades. Impulsada por la curiosidad de la cultura del otro y por el intercambio de diálogos creó, junto a su marido Max Alioth, el Dar Bellarj, fundación para la cultura viva en Marruecos. Una cultura de una absoluta riqueza expresada en su diversidad árabe, amazigh, andaluza, africana y mediterránea.
¿Por qué Dar Bellarj?
Susanna, tras comprar el antiguo hospicio, debía renombrarlo, por lo que pidió ayuda al resto de su equipo. Maha Elmadi, miembro fundador y actualmente directora del centro, habló con su padre, quien le contó una historia: en su infancia había, junto a la Madraza Ben Youssef un funduq denominado Dar Bellarj. Los funduq eran espacios de intercambio donde se comerciaba con diferentes tipos de mercancías, se cerraban acuerdos económicos y se producía un importante intercambio cultural entre los viajeros que allí se daban encuentro. Según este relato, en su subsuelo se podrían haber dejado los diferentes animales mientras sus propietarios se dirigían a la mezquita o a la madraza. Los artistas, quienes tenían una jaula con sus pájaros, consideraban a las aves como sus amigos. De hecho, había una persona encargada de curarlas. Gracias a esta historia, que fascinó a Susanna y a Goytisolo, el centro acabó denominándose Dar Bellarj -dar significa casa y bellarj cigüeña-.
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Antiguo hospicio de cigüeñas
Pero, ¿realmente era un antiguo hospital de cigüeñas? Según Goytisolo sí. Para Maha, quien asumió la dirección de la institución cultural tras el fallecimiento de Susanna en 2007, no está tan claro. Por ello, ha decidido crear un comité científico con arqueólogos y antropólogos marroquíes, que forman parte de la preservación del patrimonio local, para abrir el subsuelo y tener pruebas científicas. El hecho es que no hay documentación alguna sobre el sitio. Según Maha, hubiera sido normal que en la época del protectorado francés se hubiera certificado su existencia. El barrio donde se encuentra la fundación es de procedencia almorávide (siglos XI y XII) por lo que debajo de la superficie actual podría haber un subsuelo aún más antiguo. El nivel inferior del subterráneo y su cúpula, que data del siglo XII, son comparables a los de la Madraza Ben Youssef. La historia dice que en los años 30 el lugar se convirtió en riad Dar Reghay y después de un conflicto fue abandonado hasta los años 50. Posteriormente, se convirtió en una escuela y estuvo vacío hasta la llegada de Susanna en 1996.
Maha, siendo hija de la Medina, llevará a cabo esta investigación para defender, con pruebas materiales, la cultura oral que tanto inspiraba a Juan: «Crecí en una familia donde siempre existieron los cuentos, usados para transmitir un mensaje y educar. Estamos obligados a conservarlos». Por ello, a nivel espiritual y emocional, reconoce aceptar la idea del hospital de cigüeñas, arraigada en la tradición literaria popular, con el objetivo de «destacar el valor inestimable de los cuentos y de las cigüeñas».
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Oportunidades para las mujeres
Maha, quien asegura haberse convertido en una “mujer cigüeña”, ha creado un taller específico para mujeres denominado Mamá due. Un espacio para todas las madres del hogar de la Medina, físicas o espirituales, privadas de atención y medios para realizarse intelectualmente: “Dar a las madres la posibilidad de mirarse en su propio espejo, con un espacio en el que puedan hablar y se les escuche”. Según Maha, la figura de la madre ha sido siempre relegada a un segundo plano: “Privadas de la capacidad para viajar han perdido toda su libertad, son como pájaros encerrados en una jaula”. Desde 2008, y ahora diariamente, se realizan talleres de danza, canto o teatro. Según Maha, el hecho de darle voz a las mujeres en este espacio es aún más simbólico: “Bellarj es un pájaro que viaja, con una historia magnífica. En Europa es símbolo de fertilidad, aquí de sabiduría y el enlace de ellos dos es enorme. Es un embajador que viene de Europa hasta el sur de África”. Asimismo, a través de todas estas herramientas, intentan frenar la migración “clandestina”: “Buscamos que los hijos de estas madres tengan acceso a la educación y puedan viajar sin necesidad de marcharse para siempre al extranjero”. Actualmente hay 142 mujeres y 80 niños y niñas.
Lugar de inspiración
Dar Bellarj, constituye uno de esos centros que pasa desapercibido ante la mirada del turista. Sin embargo, su descubrimiento supone adentrarse en la verdadera identidad cultural marrakechí, respondiendo a uno de sus objetivos principales: pone en valor el patrimonio artístico de Marrakech y sensibiliza al público para preservar su riqueza cultural y artística. Allí se encargan cada día, como explica metafóricamente Maha, de extraer “el petróleo humano”, un potencial escondido de los ciudadanos marrakechíes a través del arte y de la cultura. Un arte que dialoga con lo tradicional a través de un lenguaje transcultural: “Tenemos un museo viviente, todo el conocimiento transmitido de manera oral por nuestras familias, aquel que todavía no se ha escrito en los libros, necesita ser extraído y documentado para que las futuras generaciones puedan enriquecerse”. Esta es la Marrakech que inspiraba a Juan Goytisolo. Aquella que está educando a personas capaces de aprender a mirar: “Gracias a Juan y Susanna he entendido que hay que tomar la mirada del otro como nuestro espejo, sea cual sea su religión o su identidad. Al final todos vamos a viajar como las cigüeñas”.
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